-Sí, fundamentalmente la diabetes mellitus que mantiene una relación muy estrecha con el origen y evolución de estas dolencias. Asimismo, los males que comprometen las defensas inmunológicas, contribuyen también a su aparición y desarrollo.
-¿Cómo advertir los primeros síntomas de una enfermedad de las encías para poder consultar de inmediato al estomatólogo?
-Los que con mayor frecuencia se advierten: un enrojecimiento en la encía que rodea cualquier diente; un discreto sangramiento de la encía, que puede ser espontáneo o provocado por el cepillo dental; aflojamiento de algún diente sin antecedentes de golpes o accidentes. Un autoexamen bucal frente al espejo nos puede ayudar a precisar cualquier sospecha.
-¿Cuáles son los signos -y también los síntomas- más típicos de estos padecimientos?
-Los primeros signos los puede apreciar el estomatólogo (sangramiento, supuración, inflamación, entre otros), mientras que los síntomas los siente y refiere el paciente: dolor, apretamiento, sabor metálico...
-¿Una vez que hacen su aparición se convierten en crónicos, o es posible evitar su progresión e incluso la curación?
-Mientras que la lesión esté confinada a la encía (gingivitis) es posible evitar su progresión y promover su curación empleando medidas nada complejas, contando siempre con la colaboración incondicional del paciente. Una vez que la lesión alcanza el hueso, las posibilidades de limitar su progresión se reducen considerablemente.
-Sí, y en verdad han ido ganando terreno progresivamente en el tratamiento de enfermedades de las encías, y hoy se cuenta con un importante arsenal de preparados que se utilizan con éxito en Periodoncia y otras especialidades estomatológicas.
-No sería quizás ocioso preguntarle, ¿qué se entiende por una buena higiene de la boca y los dientes? Y digo BUENA con mayúsculas.
-Diría que al conjunto de medidas concertadas entre el estomatólogo y el paciente para disminuir hasta límites no peligrosos para la salud bucal los 6 000 millones de microbios de medio millar de especies diferentes que nos acechan. Esta verdadera guerra contra las bacterias no depende únicamente del estomatólogo, porque es el paciente, preparado adecuadamente por el profesional, quien desempeña el papel más importante. Y subrayaría lo siguiente: la práctica cotidiana de la higiene bucodental debe ser una esclavitud consciente, necesaria e indispensable de la salud bucal. La educación, por ello, es determinante.