—Desde hace mucho tiempo han sido eliminadas de la práctica higiénica diaria de las mujeres. No aseguran mejor "limpieza" de la vagina (aunque muchas aún lo piensan), sino todo lo contrario: al arrastrar la flora normal la privan de su capacidad de defensa y la exponen al riesgo de infección.
—¿Qué consecuencias puede acarrear un tratamiento no adecuado?—Primero, la no-curación; y segundo, puede crear resistencias del agente infeccioso al agente terapéutico, lo que dificultaría enfrentar exitosamente, en una nueva ocasión, otro episodio de vaginitis y nos obligaría a recurrir a drogas más potentes.
—¿Qué medidas sugiere adoptar para que la vaginitis no se convierta en crónica?—Acudir a la consulta de ginecología inmediatamente después de la aparición de los síntomas. Una vez hecho el diagnóstico, llevar a cabo el tratamiento indicado al pie de la letra.
—Sí, es bastante común. Generalmente es una entidad propia de la mujer sexualmente activa.
—¿Es posible acaso prevenirla?—¡Seguro que sí! Para ello es imprescindible mantener una conducta higiénico-sanitaria diaria, evitando las "duchas" vaginales; una higiene adecuada antes y después del coito; usar preservativo, sobre todo con las parejas ocasionales; evitar por todos los medios la promiscuidad, y tratar a tiempo cualquier infección vaginal.
—¿Qué podría entenderse, en el tema que nos ocupa, por procederes terapéuticos inapropiados e ineficaces?—Muchas veces por comodidad, por no faltar al trabajo o por otras razones, las pacientes al presentar algún síntoma empiezan a automedicarse, con lo que la vecina, la amiga o la compañera de trabajo le sugieren, en lugar de ir a la consulta. Casi siempre resultan ser procederes terapéuticos inapropiados e ineficaces, y, además, pueden poner en peligro la vida de la paciente, ya que algunos estados patológicos como el cáncer escapa al diagnóstico, por no haber acudido a la consulta.