Transcurrieron cuatro años hasta que al fin uno de los médicos consultados ofrecía una explicación precisa del porqué de aquellos trastornos: esclerosis múltiple. Una tarde previa al establecimiento del diagnóstico de certeza, repentinamente Francisco no pudo movilizar ninguna de las dos piernas y le aparecieron también trastornos esfinterianos. "Me orinaba", dice.
Un año después, se le sumaban nuevos padecimientos. Comenzó a sentir también una incoordinación de las manos, recuerda ahora en una confortable y climatizada habitación del Centro Internacional de Restauración Neurológica (CIREN) de La Habana, donde, reflexiona, "en unos 50 días de tratamiento he aumentado sensiblemente mi validismo".
En los albores del siglo XXI no es posible afirmar que la esclerosis múltiple (EM) es una enfermedad de origen hereditario, o que reviste un carácter genético. No son pocas aún las teorías que han sido propuestas para explicar su origen --viral, bacteriana, genética, tóxica, entre otras-- sin que los científicos hayan llegado a una conclusión definitiva.
No fue hasta 1868 cuando el célebre neurólogo francés Jean Marín Charcot, considerado el padre de la Neurología clínica, describió las características clínicas y anatómicas de la esclerosis múltiple, término con que se denomina en América y que se conoce también como esclerosis en placas, esclerosis diseminada y esclerosis insular.
La EM es una enfermedad del sistema nervioso, en la que se afecta la mielina del cerebro y la médula espinal. La mielina es la sustancia blanca que recubre las fibras nerviosas del cerebro y la médula espinal (semejante a las cubiertas de los alambres eléctricos), que son las encargadas de la conducción de los impulsos que llevan y traen mensajes. Sin ella, el cuerpo no responde a las órdenes emitidas desde el cerebro.
En ocasiones el sistema inmunológico, encargado de la defensa del cuerpo, se equivoca también, y en lugar de atacar a los agentes extraños como los virus, agrede a sus propias células. Es lo que ocurre en la EM, que el propio sistema inmunológico daña específicamente la mielina --se la "come" literalmente, comenta sagaz y bien informado el paciente venezolano--, por lo que se afecta la conducción de los impulsos nerviosos.
No obstante las muchas incógnitas aún existentes, se sabe que la EM es una enfermedad desmielinizante, de diagnóstico difícil, que deteriora el sistema nervioso central y afecta a personas con edades comprendidas entre los 20 y 50 años en todos los países del mundo, aunque se reporta un mayor número de casos en el norte de Europa.
Los expertos coinciden en afirmar que el diagnóstico precoz de la EM es muy difícil de establecer y califican como complicado el saber cuándo esta dolencia inicia realmente su actividad. Las lesiones, que se manifiestan en forma de placas que destruyen la mielina (sustancia que envuelve las prolongaciones de las neuronas) aparecen y desaparecen sin que hasta ahora haya podido averiguarse el por qué.
Esta dolencia es más frecuente en la mujer joven y, como detalle de interés, los especialistas han observado su relación con el embarazo. Se ha visto que durante la gestación disminuyen las exacerbaciones de la enfermedad. Sin embargo, en los primeros seis meses del posparto se incrementan los brotes que pueden incluso ser más severos.
Al igual que la mayoría de los padecimientos, en la EM no existe un comportamiento que sea similar para todos los enfermos. Esto hace que en algunos pacientes, por fortuna numerosos, la enfermedad sea bien tolerada y les ocasiones poca o ninguna invalidez; en otros, los menos, el curso es más agresivo y produce una mayor y temprana invalidez.
La EM origina inflamación en la mielina, y según la autorizada opinión del profesor Juan E. Bender del Busto, neurólogo del CIREN, en ocasiones el organismo puede corregirla sin dejar evidencias, Sin embargo, cuando alguna lesión no es reparada totalmente se producen cicatrices llamadas placas o escleras (las que dan nombre a la enfermedad), y no son reversibles.