Habitualmente las personas logran adaptarse con el tiempo a situaciones dramáticas acaecidas en sus vidas y desencadenantes de fuertes estreses emocionales.
Para esto es necesario desarrollar resiliencia, o lo que es lo mismo, capacidad de adaptación para remontar adversidades traídas por la propia existencia, como puede ser una inesperada frustración amorosa; serias dificultades familiares, laborales o personales; graves problemas de salud o financieros, o cualquier otro evento de fuerte y desagradable impacto emocional.
Sin embargo, la resiliencia también se puede aprender a través del tiempo, del esfuerzo y del compromiso personal.
Significa "rebotar" de una experiencia difícil, como si uno fuera una pelota de goma o un muelle. Mientras más rápido y alto se rebote, tanto mejor para la persona.
Esto no significa insensibilidad o falta de emociones angustiosas, comunes en quienes han experimentado grandes adversidades, desengaños o frustraciones.
La resiliencia no es innata en todos los seres humanos. Múltiples factores componen esta capacidad.
Consiste en reflexiones, acciones y conductas aprendidas y que a cualquiera le es posible poner en práctica.
Uno de los factores esenciales es el apoyo familiar basado en el cariño, la confianza, el ejemplo y el consejo apaciguador, discreto y oportuno de las personas más queridas en el entorno.
Resulta muy conveniente no exagerar la magnitud del problema, mantenerlo en límites bien establecidos.
Aun cuando haya que enfrentarse a eventos muy dolorosos se debe evitar agrandarlos fuera de su proporción.
Es necesario a veces "hacer de tripas corazón", con una visión positiva de sí mismo, desarrollando destrezas en la comunicación y en la solución de problemas.
Es muy importante la capacidad para manejar inteligentemente y con pleno control las sensaciones angustiosas y los impulsos fuertes.
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