Comerse o roerse las uñas con los dientes parece ser un hábito bastante extendido. Representa a veces, incluso, una costumbre ciertamente viciosa que puede motivar heridas en los dedos, labios y encías y posibilitar el desarrollo de diversas infecciones. Esta práctica es conocida como onicofagia, término procedente del griego onyx, uña, y phagein, comer.
Este es el tema que abordamos hoy, con la presencia de la doctora Aleida Meneses Heredia, especialista de primer grado en Psiquiatría Infanto-Juvenil de la Clínica del Adolescente, en la barriada capitalina de Miramar.
Agregaría a tus comentarios —dice— que cuando las uñas, en el proceso de morderlas, son aspiradas, pueden llegar hasta los bronquios y crear infecciones pulmonares recurrentes. Además, se producen desgastes a nivel dentario por el sistemático roer, y ocasiona, asimismo, pequeños traumas a nivel capilar en el tracto digestivo.
—¿Se considera una enfermedad?
—Es un signo, una respuesta motora a un estado de tensión. Se valora como un trastorno del comportamiento y las emociones.
Igualmente para tocar instrumentos musicales como la guitarra, y, sobre todo en las mujeres, como instrumento de defensa ante una agresión. Cuando nos falta una uña, como consecuencia de algún traumatismo u operación, sentimos que ese dedo ha sufrido una especie de amputación.
—¿La onicofagia se produce por la presencia de un fuerte componente de inquietud y ansiedad por el que lo practica?
—Se plantea que es una descarga de ansiedad ante una situación de estrés. A veces en los pequeños es una conducta imitativa porque los padres se comen las uñas.
—¿Podría ser también indicador de algún conflicto emocional?
—Sí, en cuanto constituye una situación de estrés que puede desencadenar este comportamiento, a veces transitorio.