El pericardio es la membrana delgada que cubre el corazón como una funda, de un tejido lo suficientemente flexible como para permitir que este órgano se mueva con facilidad y cambie de tamaño durante sus contracciones rítmicas. Atendiendo al significado del sufijo itis —muy empleado en el lenguaje médico— se denomina pericarditis a la inflamación del pericardio.
Esta membrana ayuda además a mantener el corazón en su posición normal, y lo protege parcialmente de infecciones transmitidas desde el pulmón y la pleura, precisa la doctora Mayra Sánchez León, especialista de segundo grado en Medicina Interna del hospital Calixto García, dedicada a cuidados intensivos del adulto.
Clínicamente esta inflamación puede manifestarse como una pericarditis, y también como un derrame pericárdico, y en casos avanzados como una constricción (opresión) pericárdica, añade.
—¿Conoce la ciencia las causas que originan esa inflamación?
—Son múltiples. Desde las infecciosas de origen viral, bacteriano, parasitario, por hongos, hasta las de naturaleza no infecciosa ocasionadas por traumatismos, tumores, enfermedades metabólicas e inmunológicas, fundamentalmente. Sin embargo, en el 85% de los pacientes no se conoce su causa.
Su intensidad aumenta con la respiración profunda, la tos, la deglución y se alivia generalmente al sentarse e inclinarse hacia delante.
Otros elementos comunes, pero menos constantes que acompañan al dolor, son la fiebre o febrícula, malestar general, dolores musculares, tos y la falta de aire.
—¿El diagnóstico es clínico o se requiere algún proceder para el diagnóstico de certeza?
—Para confirmar la sospecha clínica se indica un electrocardiograma en el que entre un 80 y un 90% de los pacientes puede revelar anomalías. El ecocardiograma en algunos casos muestra engrosamiento del pericardio, y, sobre todo posibilita establecer la presencia o no de un derrame asociado.