Una lectora me contó la historia que ahora sintetizo: Mi hijo de tres años se volvió súbitamente irritable, abandonó incluso sus actividades de juego habituales, evadía el ruido y el exceso de luz y, en ocasiones, demostraba su malestar llevándose las manos a la cabeza. Consultó entonces a un facultativo y el diagnóstico no se hizo esperar: el niño padece de cefalea o dolores de cabeza —con ambos términos se denomina este trastorno—, que genera no pocos temores y angustias en los padres.
Con estos comentarios inicio mi diálogo con el doctor Nicolás Garófalo Gómez, neurólogo del Servicio de Neuropediatría del Instituto de Neurología y Neurocirugía del Ministerio de Salud Pública, en esta capital, quien precisa: El dolor de cabeza es un síntoma y como tal es referido por el niño. Obedece a múltiples causas, la mayoría de ellas benignas, y puede estar asociado —como en la historia que me refieres— a molestias por la luz, al ruido, irritabilidad y también a náuseas y vómitos.
—¿Este trastorno lo padecen incluso los lactantes?
—Sí, aunque el lactante no puede quejarse que le duele la cabeza, al no tener aún una madurez cerebral que le permita expresar, a través del lenguaje, sus dolencias. Ello es posible en niños mayores de 2 años.
Uno de cada dos adolescentes ha padecido dolor de cabeza alguna vez en su vida.
—¿Se asocia en general a resfríos, alguna virosis o problemas digestivos, o puede manifestarse incluso sin causa aparente?
—Los trastornos que mencionas son algunas de las causas de cefalea, pero son numerosas e imposible de abordarlas en su totalidad en esta entrevista.
—Pienso también en los trastornos del sueño, problemas visuales o ambientales…
—Determinadas cefaleas se asocian a factores precipitantes.
Pueden desencadenarse las crisis de dolor por la falta de sueño, el estrés, el ayuno prolongado y la exposición al Sol, entre los factores más frecuentes.
Pero suele ser en la migraña donde se detecta un mayor número de estos factores.