El irascible pasivo puede manifestar expresiones de desprecio, dirigir miradas oblicuas o impasibles, sonreír falsamente, chismear o convertirse en un quejoso crónico.
Se pierde la objetividad, la prudencia y la consideración y se puede llegar a causar daños emocionales o físicos a otros, incluidas las mascotas u otros animales o a sí mismo.
Controlando el timón
La sensación de ira debe ser manejada adecuadamente y en primer lugar se debe buscar su causa además de comprender y conocer las emociones del momento. Es la clave para poder controlarla.
Ante todo es preciso evitar por todos los medios las explosiones de ira reaccionando de forma proporcional, objetiva, racional y calma a aquello considerado un “ataque” a nuestros intereses.
Interpretar con inteligencia y serenidad los hechos acaecidos, respirando al mismo tiempo lenta y profundamente.
Se debe vivir en el presente olvidando rencores y traumas del pasado pues eso solo serviría para alimentar el psiquismo de un inveterado gruñón. Y nunca se deben perder los buenos modales por ningún concepto.
Si a pesar de todo se necesita un desahogo se pueden hacer ejercicios, caminar sin rumbo fijo, escuchar música suave e incluso gritar en sitios que nadie escuche o en solitario pegarle a una almohada. Cualquier cosa a modo de alivio, pero no dañino a otras personas.
Pero lo mejor para seres inteligentes y equilibrados es resolver en paz las situaciones de ira como otra forma de cuidar de la salud física y mental.
*Jefe del Servicio de Endocrinología del Hospital Docente "Dr. Salvador Allende"
Fuente: CUBAHORA