La ira es una reacción emocional y puede manifestarse con enojo, rencores, cólera o irritabilidad.
Puede ser una reacción natural en estados de alerta frente a determinadas situaciones estimadas como de peligro.
No obstante, es común su manifestación como una emoción negativa frente a algo que no nos funciona adecuadamente o porque no se consigue lo deseado.
Incluso puede desencadenarse frente a situaciones muchas veces poco importantes, causando en el furioso un estado de malestar y desasosiego con conductas impropias.
En ocasiones pudiera simularse o exagerarse como forma de manipulación a determinadas personas.
En la Divina Comedia, de Dante Alighieri, la ira ocupa el séptimo círculo del Infierno.
Lo externo y lo interno
Externamente puede identificarse por la expresión facial, los gestos e incluso por agresiones verbales o físicas. Las actitudes de mala educación son ejemplos de ira.
Las personas iracundas casi siempre explican sus reacciones como consecuencia de “aquello que les ha pasado”, aunque una persona irritada con facilidad suele equivocarse, pues ha perdido la capacidad del análisis objetivo.
Cuando se trata de un arrebato agresivo puede suscitar un enfrentamiento con los demás o la agresión contra sí mismo, la manifestación de un odio ostensible hacia algo o hacia alguien, pues el enojo, aun en el caso de ser razonable, no logró ser canalizado adecuadamente.
La presión arterial y la frecuencia cardiaca pueden aumentar, así como la secreción de las hormonas adrenalina y noradrenalina.
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