El aborto inducido o provocado —ambos términos son sinónimos— es un procedimiento que se emplea para finalizar un embarazo no deseado, atendiendo a un interés médico cuando existe riesgo para la vida de la mujer, o a solicitud de la paciente. Pero debe tenerse en cuenta, nos alerta Alejandro J. Velasco Boza, Profesor Auxiliar de la Universidad Médica, que es “un método quirúrgico a ciegas”, y aun practicado en óptimas condiciones no se eliminan sus posibles complicaciones.
Entre ellas las que se derivan de la administración de la anestesia, perforación del útero con lesión o no de órganos vecinos, laceraciones cervicales, hemorragias uterinas asociadas o no a un aborto incompleto y las infecciones. A más largo plazo pueden presentarse el embarazo ectópico, inflamación pélvica crónica y la infertilidad.
Velasco, especialista de segundo grado en Ginecología y Obstetricia y director del Hospital Docente Ginecobstétrico capitalino América Arias, dirigiendo la mirada ahora a la adolescencia, dice que en esta etapa de la vida, comprendida entre los 10 y 19 años, el aborto se incrementa y muchas de sus complicaciones se explican por el empleo de la instrumentación médica en un útero inmaduro.