El consumo de bebidas alcohólicas puede provocar dependencia, que se manifiesta por la necesidad imperiosa, física o psíquica, de continuar su ingestión, "por lo que es preciso saber que esta adicción es considerada una enfermedad crónica caracterizada por recaídas".
La que así se expresa es la doctora Carmen Borrego Calzadilla, especialista de segundo grado en Psiquiatría, jefa de la Sección de Salud Mental y Abuso de Sustancias del Ministerio de Salud Pública, quien es la invitada a nuestra columna para el abordaje del alcoholismo.
—¿Qué consumo, y de qué bebidas, podría considerarse "lo normal"? ¿Cuál es el límite, digamos, permisible?
—La recomendación para el nivel de consumo de bajo riesgo, establecido por la OMS, es inferior a 20 gramos de alcohol al día, cinco días a la semana, y recomienda que, al menos, haya dos días sin consumo. Estaríamos hablando de una cerveza, un trago de ron, un vaso de vino. El límite estará dado por el control que se tenga para dejar de beber cuando uno se sienta más hablador, alegre o susceptible que de costumbre. Evitar embriagarse.
—¿Ciertamente el alcohol mejora el funcionamiento del corazón?
—Es falso. En realidad la aparición de la hipertensión arterial, el infarto cardíaco y los accidentes cerebrovasculares son seis veces más frecuentes en las personas que abusan del consumo de alcohol.
—También se habla de que contribuye a incrementar la actividad sexual en el hombre. ¿Mito o realidad?
—Es un mito. El alcohol es un tóxico que deprime el sistema nervioso y, aparentemente, al comienzo desinhibe y provoca en algunos una sensación de alegría. Cuando el consumo es perjudicial puede traer como consecuencia trastornos en el desempeño sexual (impotencia, eyaculación precoz, frigidez).
—¿Existe alguna predisposición genética o de otro orden que contribuya a convertirnos en adictos de las bebidas alcohólicas? ¿O sencillamente es una adicción "aprendida"?
—Actualmente se habla de la interrelación de factores genéticos y ambientales como determinantes de una mayor vulnerabilidad o fragilidad ante el alcohol. Sin embargo, el más relevante es la incorporación al estilo de vida de un patrón de consumo inadecuado que facilite su acción prolongada sobre el sujeto.
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