A mayores dosis sobreviene un estado de excitación y de embriaguez con inestabilidad emocional, disminución de la atención y de la concentración, del juicio crítico y del control, con un marcado deseo de dormitar.
Gradualmente se va perdiendo el dominio sobre el control alimentario, ya no importa comer cualquier cosa, y es muy probable que se consuma lo que no se debe y en cantidades inadecuadamente exageradas.
3.- ESTÓMAGO: Cuando no se ha ingerido algún alimento durante un tiempo más o menos largo, el estómago sufre contracciones rítmicas intensas llamadas "contracciones de hambre".
Estas contracciones producen una sensación de estiramiento o torsión en la punta del estómago que a veces provocan hasta dolor y son llamados "dolores de hambre".
Como el alcohol tiene acción irritante, al ponerse en contacto con las paredes del estómago estimula el deseo de comer al provocar cierto grado de irritación a este nivel.
Cuando se ingieren bebidas alcohólicas con el estómago vacío, la suma de estos dos factores actúa como un fuerte aperitivo provocando una sensación de hambre de gran intensidad que estimula el consumo de los alimentos que se encuentren más a mano, que casi nunca coinciden con los de menor número de calorías.
4.- AZÚCAR SANGUÍNEO: Una parte de la glucosa que llega a la sangre procedente de los alimentos es almacenada fundamentalmente en el hígado en forma de glucógeno hepático, liberándose de manera muy rápida cada vez que el organismo necesita glucosa en los estados de ayuno con el fin de mantener constantes los valores de la glicemia.
Como el 90% del alcohol ingerido se metaboliza en el hígado, ello provoca el bloqueo de la transformación del glucógeno en glucosa sanguínea, además de que el etanol no puede aprovecharse ya que le es imposible convertirse metabólicamente en glucosa.
En caso de que se necesite de esta reserva, no se produce, por tanto, el aporte hepático de este carbohidrato sobreviniendo lo que se conoce con el nombre de "hipoglicemia alcohólica" que de forma inmediata se traduce como debilidad seguida de hambre cada vez más intensa que obliga a ingerir cualquier alimento que eleve el nivel de la disminuida azúcar sanguínea.
Adicionalmente, las consecuencias de la hipoglicemia en el sistema nervioso central pueden simular las de una intoxicación alcohólica, la clásica borrachera, por lo que la hipoglicemia alcohólica puede tener consecuencias muy graves si no se piensa en ella a corto plazo y se toman las medidas pertinentes.
Estos cuatro mecanismos actuando al unísono, se confabulan sinérgicamente y sin miramientos para favorecer la obesidad y para que se evaporen las mejores intenciones relacionadas con cualquier programa de control del peso corporal.
De ahí que se contraindique la asistencia a actividades sociales que contemple la ingestión de bebidas alcohólicas a todos aquellos que se estén proponiendo alcanzar un peso saludable.
Una última advertencia: ante cualquier circunstancia: beba siempre con moderación.
Dr. Alberto Quirantes Hernández, Jefe del Servicio de Endocrinología del Hospital Docente "Dr. Salvador Allende"
Fuente: Cubahora
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