La palabra agua proviene del latín aqua. Para la supervivencia de todas las formas conocidas de vida, incluida la humana, el agua constituye un componente esencial.
De hecho, es un nutriente de mayor importancia por ser fundamental para la existencia terrenal. Aunque no contiene calorías, en su ausencia total la vida finalizaría en contados días.
En el ser humano aporta dos tercios del peso corporal. La mujer necesita incorporar al organismo alrededor de 2,7 litros de agua diarios y el hombre 3,7 incluyendo aquella encontrada en los alimentos.
El organismo sano conserva un adecuado balance entre el agua ingerida y aquella eliminada.
La importancia del agua
El agua entre todos los nutrientes es aquel más ampliamente relacionada en múltiples funciones orgánicas. Participa en la totalidad de las reacciones químicas del organismo pues constituye el medio donde ellas tienen lugar.
Es empleada como un vehículo de ida y vuelta. Por un lado transporta los nutrientes llevados a cada célula y al mismo tiempo recolecta sus desechos metabólicos para su eliminación.
También sirve de lubricante y sostén de articulaciones y tejidos y participa en la regulación de la temperatura corporal a través de la sudoración.
Sumas y retas
El organismo suma agua a través de los líquidos ingeridos, incluida el agua y también aquella contenida en los alimentos sólidos y la derivada del metabolismo interno de los otros nutrientes como son las proteínas, los carbohidratos y las grasas.
El agua se elimina a través de la orina, de las glándulas sudoríparas, de las heces fecales, de la respiración y por la difusión a través de la piel pero sin relación con el sudor.
Una persona se considera hipertensa cuando su tensión arterial sistólica es igual o superior a 140 y la diastólica igual o superior a 90 milímetros de mercurio (mms/Hg) respectivamente, tomando como base la observación con el equipo médico llamado esfigmomanómetro.
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